A continuación reproducimos un artigo de Antón Losada publicado no "DIARIO".
O artigo está en castelán pois así está publicado e non queremos que se desvirtúe por traduccións nas que podemos errar.
ANTÓN LOSADA |
La frecuencia y creciente brutalidad de los excesos dialécticos como el de Mónica de Oriol indica la absoluta desconexión de la realidad en la que vive la mayoría de las élites económicas y políticas
Trabajar más y cobrar menos, recetó el
honrado Díaz Ferrán. Más de 500.000 personas cobraban el paro
indebidamente, sentenció con su aclamada infalibilidad la vicepresidenta
Maravilla, Sáenz de Santamaría. A trabajar a Laponia si hace falta,
aconsejó la Patronal. El capote de la Virgen del Rocío es el motor de la
creación de empleo, rezó la ministra Fátima Báñez. Los salarios no han
bajado en España, nos informó en su día el ministro Montoro.
El portavoz de los médicos propuso multar
a quien hiciera mal uso de los servicios sanitarios. Al parecer primero
debe usted autodiagnosticarse y si se equivoca, entonces sí, corra a
urgencias. En este siempre complicado campo de la sanidad, la ministra
Ana Mato ya ha tocado todos los palos. Desde descubrir miles de usuarios
de tarjetas sanitarias muertos, a denunciar con coraje que muchos casos
de desnutrición infantil no se deben a la pobreza sino a que sus padres
los alimentan mal. El ministro Wert aún debe seguir empeñado en
españolizar a los niños catalanes. Su secretaria de Estado, Monserrat
Gomendio, saltó a a la fama tras lamentar que los profesores puedan
hacer huelga porque tienen un trabajo asegurado mientras Esperanza
Aguirre se quejaba públicamente de que los maestros solo trabajen veinte
horas a la semana.
La lista de bocas que se abren más de la
cuenta se vuelve interminable. Hace nada, en su despedida, el
expresidente de la patronal bancaria Miguel Martín afirmó sin pestañear
que no merece la pena para ganar dinero dedicarse a la banca en España.
Casi al tiempo los bancos anunciaban beneficios de más de siete mil
millones durante el pasado ejercicio. Miguel Blesa, el banquero ejemplar
del Aznarismo, lloraba amargamente del daño sufrido por su familia y su
prestigio mientras un juez multaba a una preferentista por increparle
en el juicio. Mónica de Oriol, presidenta del Círculo de Empresarios,
acaba de quejarse amargamente de lo oneroso que resulta cargar con
jóvenes sin formación que no sirven para nada. Tres días después se ha
disculpado con la boca pequeña, pero queda dicho, que era lo que se
buscaba.
La frecuencia y creciente brutalidad de
semejantes excesos dialécticos indica la absoluta desconexión de la
realidad en la que vive la mayoría de las élites económicas y políticas
de este país. Solo aquello que ellos hacen cuenta y es relevante. Solo
ellos trabajan, emprenden, aportan valor, levantan el país y triunfan en
la vida. Todos los demás solo somos una carga, una rémora, un lastre
insoportable. Somos un caso perdido a pesar de sus esfuerzos. No
merecemos las oportunidades que nos dan y deberíamos estarles
agradecidos.
Tanta afición a hablar de más y sin saber
prueba también la nula o poca empatía que sienten por sus congéneres y
sus desgracias. Los parados son vagos que en el fondo no quieren
trabajar. Los inmigrantes son aprovechados que vienen a vivir a su
costa. Los becarios son mano de obra que no sabe cuál es su sitio en el
orden del mundo. Los enfermos son viciosos de los medicamentos gratis.
Los pensionistas son gente que no sabe morirse cuando debe. Los
preferentistas son listillos que quisieron jugar a brokers sin saber y
ahora lloran. Nadie es inocente. Todos se lo han buscado. No habrá paz
para la gente normal.
Pero sobre todo, la confluencia
permanente de tanta bocaza suelta acredita la frivolidad con que se
debate y toman decisiones que cambian y empeoran la vida de la gente. En
política económica, sanitaria, educativa o social nuestros gobiernos
deciden a ojo, guiados por el último caso que alguien les ha contado, la
última ocurrencia, o el penúltimo prejuicio ideológico. En España nunca
permiten que la realidad les estropee un buen negocio a costa de los
demás.
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